Una cuestión fortuita, casi de Justicia divina fue la que ayudó. Fue la confesión de Franco Valdez la que allanó la sentencia. Tal vez las cosas hubieran sido más complicadas para los magistrados porque muchas de las acciones realizadas por los efectivos policiales no eran lo suficientemente prolijas como para tener certezas. Dicho en otras palabras: un papelón o un desastre. Esta reflexión no sale de la calle ni de los foros sociales sino de los mismos actores jurídicos que intervinieron en la causa por la muerte de Valentín Villegas.
Son comentarios o pequeñas confesiones que se hacen por lo bajo y confiando en la prudencia de quien escucha. Porque decirlo en voz alta o aclararlo o denunciarlo le traería más problemas que alegrías y nada cambiaría. Otra frustración institucional.
El conflicto que se desató por la designación del dirigente de ATE Marcelo Sánchez no tiene nombre. El gremialista insiste en su posición de que hace cuatro años ya no trabajaba para el Poder Ejecutivo y que se mantenía en el empleo Legislativo. Por lo tanto, no habría irregularidad. Sin embargo, el ministro del Interior de la provincia, Miguel Acevedo, les dijo a las periodistas de LA GACETA Gabriela Baigorrí y Carolina Servetto que Sánchez estaba nombrado en su ministerio. También reconoció que se lo consultaba sobre temas de paritarias. Es decir se pedía opinión a la misma persona con la cual se iba a discutir.
Alguien miente. Se supone que un dirigente gremial y un ministro les deben lealtad a quienes representan y tienen un compromiso con la verdad ineludible.
En el Poder Judicial, en el fuero civil, más precisamente, cuentan que hay nuevos despachos desnudos porque los magistrados han colgado su toga. Han elegido dejar sus obligaciones para gozar del jubileo. Una clara demostración de que primero están los intereses personales y, luego, el bienestar general. Alguna vez en la escuela nos enseñaron que las cuestiones de todos eran prioritarias y que atender las preocupaciones de los otros antes que las propias era la forma de cuidar instituciones y los valores sociales. Hoy es de tontos proceder de esa manera. Algo muy parecido ocurre con la dirigencia que encarama en otros poderes. Sin dudas, un fracaso de la política.
La altura suele apoderarse con el oxigeno. Se queda con él, no lo suelta ni lo presta. La falta de oxígeno aturde. Lo curioso es que en Tafí del Valle los 1.900 metros han ahogado las instituciones. La falta de aire es tal que no pueden funcionar por aquellos lares. El Departamento Ejecutivo de la municipalidad no puede cumplir con la ley porque el propio intendente no va al Concejo a dar por comenzada las sesiones. Una flagrante violación legal. Pero después de conocer cómo quería administrar la política Héctor Caliva, ¿Puede sorprendernos esta actitud de negarse a cumplir con las leyes? Tampoco hubo reacciones de la Legislatura, ni del Poder Ejecutivo ni del Judicial. Como si fuera una sana costumbre eludir el cumplimiento de las reglas de juego.
Alertas
El inicio de clases fue una demostración de impericia por parte del Poder Ejecutivo provincial. Mientras el gobernador anunciaba que todo estaba en orden, los maestros salían a la calle para mostrar una plaza tan concurrida como hacía mucho no se veía. Al ministro del área, Juan Pablo Lichmajer se lo vio sobrepasado. Dos altos dirigentes, Juan Manzur y el responsable de una de las áreas principales, dieron claras señales de descontrol y desmanejo de la situación, licencias que ellos no pueden tener.
La educación no fue el único dolor de cabeza para el gobierno. Los muertos, la inseguridad y las respuestas imprecisas y aisladas del Poder Ejecutivo ponen en tela de juicio la gestión de Claudio Maley. En la agrietada lógica del poder, en el acto se buscó echarle la culpa a la oposición y a los dirigentes que pedían la cabeza del ministro. Incluso hubo una movida para protestar frente a la casa del mandatario provincial y la responsabilizaron a la senadora Silvia Elías de Pérez. Con eso en el oficialismo se quedaron tranquilos. Sin embargo, es el miedo y el descontento general el que debería alertarlos.
Educación con luces amarillas y Seguridad con manchas de sangre eran dos señales. Pero a mitad de semana se sumó la tercera de las grandes responsabilidades del Estado: la salud. Y, en esta área fue el propio gobernador el que puso el dedo en el ventilador cuando decidió que los casos de dengue eran por indudable responsabilidad de la gestión anterior. Un grueso error que muestra a un gobernador al que sólo le interesa despotricar o que señala a un gobernador absolutamente distraído que es incapaz de ver que la gestión anterior es de él mismo. Seguramente, quiso referirse al macrismo, blanco preferido de Manzur, pero es difícil entender esa responsabilidad en la administración del mosquito, de la humedad y de las lluvias provinciales.
La crisis del modelo de representación política y social de Tucumán va de la mano con la que atraviesa el sistema político e institucional. Venimos acostumbrados a dirigentes que se dedican a despotricar contra lo anterior, a no prometer mucho y a no ser claros con los mensajes. Transmiten la sensación de que lo que interesa es la continuidad o las reelecciones, pero de ninguna manera contagian la preocupación por transformar una provincia o asegurar que pueda crecer por siempre.
Por eso hoy ya existen diferencias y políticas diferentes entre Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo. Se desesperan por controlar el poder. Alguien podría preguntarse ¿Para qué? si finalmente apenas asuman o tomen el poder ya estarán trabajando para sostener esa estructura o sistema. En síntesis todos trabajan para seguir o continuar, objetivos personales y no generales.
Connivencia
En paralelo a estos sucesos se conoció un nuevo caso de vinculación de la política con el delito, al conocerse que los acusados del crimen de Pablo Mariotti formaban parte de la estructura de un legislador y al menos que uno de ellos figuraba en la planta de contratados de la Legislatura. Son datos de un sistema político que pierde, día a día legitimidad, y que en lugar de reaccionar abriéndose hacia la sociedad, hace el camino inverso: se encierra sobre sí mismo. Desde el poder se mira con indiferencia o con disimulada impotencia. Ministros, jueces, legisladores, intendentes, ediles y hasta el propio gobernador no le encuentran la vuelta a estos problemas que padece la sociedad. O, quizás, no les interesa porque la preocupación es perpetuarse.
Las elecciones legislativas de 2019 sellaron la alianza entre los miembros de la fórmula gobernante para eyectar del poder a su viejo amo, José Alperovich. Pero la ansiedad del vice gobernador por asegurar su turno para 2023, lo llevó a realizar torpes movimientos que su socio percibió con recelo y rechazo, ya que anticipaba demasiado el síndrome del pato rengo.
Así, se abrió una fisura en la relación entre ambos que, más allá de los buenos modales, sólo el tiempo dirá si se agranda o no: ambos se desconfían, se espían, se controlan y tratan de neutralizar la capacidad de daño del otro.
Manzur empezó 2019 con dudas sobre su reelección, en febrero pactó una tregua con el kirchnerismo, y así logró reelegir. En el interín, Cristina inventó la candidatura de su homónimo Fernández y el camino de Manzur se alumbró de estrellas, buenos oficios mediante el influyente amigo de ambos Hugo Sigman. La noche del triunfo de Alberto Fernández en las PASO marcó el cenit en el vertiginoso ascenso de Manzur, al hacerlo subir en el palco de la victoria.
Eterno ciclo de la debilidad humana: ensoberbecerse con el éxito y cometer errores. En diciembre nada quedaba del exultante Manzur y hasta el discreto acuerdo tejido con Ricardo Bussi a espaldas de Jaldo para reformar la Constitución habilitando un nuevo mandato, terminó abortado.
Jaldo ha retomado la ofensiva política desde el fatídico enero del anticipado anuncio de Manzur sobre la suspensión de la aplicación de la cláusula gatillo. Aprovechando la ciclotimia de éste tras la sucesión de errores y fracasos, arremete nuevamente con su candidatura pero con una mayor dosis de cautela y prudencia.
La salida de manual para Manzur sería frenar ese avance con una candidatura que compita con el vice y al menos obligarlo a negociar. Carolina y Gerónimo Vargas Aignasse, Pablo Yedlin y Javier Noguera ya sueñan con ser el caballo del comisario para terminar, de mínima, ocupando la vicegobernación.
Jaldo, ni manco ni perezoso, ya ha lanzado a rodar la versión de Dario Monteros candidato en 2021 / 2023.
Danza de nombres en la cubierta del Titanic.